thibaud (gaude-cousin)_souvenirs d'enfance


años 1950

anécdotas de mi infancia

 

Eduardo THIBAUT SALDIAS

  

En aquellos años a pesar de que la vida era relativamente más tranquila y se disfrutaba más de las cosas naturales y de la naturaleza misma, para nosotros no estuvo exenta de sacrificios y responsabilidades.

 

Vivíamos en la  comuna de Maipú, donde comenzaba el campo. De ello no queda nada más que el recuerdo ya que ahora ese lugar se encuentra todo construido y poblado. Me lleno de oxígeno puro al recordar esa naturaleza que brotaba de campos verdes cubiertos de espigas y amapolas, y con un manto azul que lo constituía el cielo, por la pureza de la atmósfera lo que hoy no es una realidad por la polución existente.

 

En este lugar nos juntábamos con mis hermanos y amigos  en momentos de esparcimiento. Este entorno permitió que nuestra niñez fuera muy entrañable, con cariño y cuidado de nuestros padres.

 

Me recuerdo de que un día en el cual regresamos del colegio nos fuimos, con mis hermanos Luis y Ana María, a la casa de mis vecinos, los cuales tenían una piscina. Se nos ocurrió hacer mermelada para sorprender a la mamá de mi amigo con una rica mermelada casera, ya que había árboles con frutas. Y efectivamente, en una olla a presión, pusimos lo necesario para la mermelada. La colocamos al fuego y nos pusimos a jugar y a bañarnos. Se nos pasó el tiempo, y, cuando nos acordamos que ésta se encontraba en el fuego, fuimos, y cual no sería nuestra sorpresa al ver que la olla se reventó y que la cocina estaba irreconocible con todo el techo sucio y, en general, las paredes. Nos fuimos, y vaya sorpresa para la mamá de nuestro amigo. No aprendimos la lección ya que en el mismo lugar, y con los mismos amigos, en otra oportunidad, pusimos unos tarros de leche condensada para hacer manjar y ocurrió lo mismo.

 

Aquí si que se nos prohibió ingresar a la cocina, como una medida de cuidado, a fin de evitar accidentes.

 

También me recuerdo que, un día, me peleé con mi hermana, y no encontré mejor solución para vengarme de ella, que llamarla, ya que me había trepado a un árbol. Al mirarme hacia arriba le lancé una cuncuna, la cual, para mala suerte de ella, se le incrustó en la mejilla. Todavía me asombro de mi buena puntería, lo cual en definitiva provocó que se le inflamara la cara. Me acuerdo que me quedé en la parte superior del árbol por mucho tiempo para apaciguar el enojo de mi madre, la cual al final, cuando bajé de allí, igual me castigó. No pude salir con mis amigos por espacio de un mes.

 

 Me recuerdo como si fuera hoy, y precisamente en el mes de Septiembre, cuando mi padre, Eugenio, me llamó pidiéndome que le ayudara. Cual seria la sorpresa cuando me señaló que quería confeccionar un volantín gigante (denominado pavo), con su respectiva cola. Nos pusimos manos a la obra reuniendo todos los elementos necesarios: papeles de colores, cola, hilos, cuchillo, tijera, palillos de caña seca,… etc.

 

Al cabo de unas horas tuvimos como resultado un hermoso volantín que dejamos secar por espacio de un día en lugar seguro. Al primer fin de semana siguiente nos fuimos, un día después de almuerzo, a un lugar espacioso, libre de árboles, y con un buen viento, para intentar elevar este llamativo y gran volantín. Fue una tarde de mucha alegría y atención de muchas personas. Este nos sirvió para entretenernos varias semanas.

 

Otra de mis anécdotas fue que, como joven inquieto y hasta cierto punto irresponsable, en la época en que los pájaros hacían nidos en los árboles o en medio de los cierres de mora, me subía en principio a ver la cantidad de huevos que tenían éstos y después a ver los pichones recién nacidos. Por Dios, que costaba trepar aquellos árboles denominados plátanos orientales, acacias, y otros. Eran vivencias y bonitas experiencias en compañía de la naturaleza.

 

En este mismo orden de ideas recuerdo una oportunidad en que fuimos a casa del tío Raúl. El me encargó tierra de hoja en presencia de mi primo Sergio. Le manifesté que le conseguiría, señalándole que cuando fuera a ver a mi padre se la entregaría.

 

Es así que cuando fue me preguntó por la tierra. Le dije a mi primo Sergio que me acompañara, llevando unos sacos. Al caminar a través de algunos árboles próximos a la casa nos detuvimos frente a unos árboles frondosos  y descubrimos un harnero con el cual le manifesté a Sergio que teníamos que colar la tierra y llenar los sacos. Esta tierra era buena ya que tenia abono y al llegar a mi casa le entregamos la tierra al tío Raúl quien se manifestó contento y agradeció esto.

 

Sergio, hasta el día de hoy, se recuerda de esta anécdota.

 

También me recuerdo que, en estas visitas que hacía el tío Raúl a mi padre, en una de ellas fue con mi otra prima María Angélica y Sergio. En el momento en que los mayores se encontraban en la mesa almorzando los primos se habían levantado de ésta junto con mis hermanos a jugar. En esta ocasión uno de los primos lanzó algunas piedras al exterior, alcanzando una de ellas el parabrisas de un auto, lo cual inferimos ya que sonó el timbre de la casa y apareció un señor reclamando los daños. Pero ni luces de nosotros, de tal forma de que esta chiquillada y mal actuar, el reclamante se aburrió y se fue. Hasta allí llegó el almuerzo, porque momentos más tarde, el tío Raúl se llevó a mis dos primos a su casa.

 

Otra anécdota que recuerdo es que mi papá conocía al administrador y a los dueños del fundo La Laguna de Maipú y allí existía un establo muy llamativo, donde había unos silos donde se guardaba el forraje para las vacas. Muy próximo a ese lugar había una lechería, y es allí en donde, en más de una oportunidad, las personas a cargo invitaron a mi papá a degustar la leche recién sacada de las vacas. Una de las cosas que me llamaba la atención es que ésta salía calientita y luego que uno la bebía era como que se arrebataba

 

En otras oportunidades la degustábamos con malicia, vale decir con un poco de coñac. Todo esto era alrededor de las 06.00 a.m. Allí uno tenía contacto con la naturaleza y compartíamos con todas las personas que laboraban allí, conociendo los procesos por los cuales pasaba la leche antes de salir de dicho lugar en tambores de aluminio de 50 litros trasladadas en carretones tirados por caballos a la lechería Las Delicias, ubicado en Alameda próximo a la estación central. 

 

En ese entonces, allí era distribuída al consumidor, conjuntamente con los subproductos. Lindas e interesantes experiencias.

 

Otro recuerdo de juventud se originó en la ciudad de Los Ángeles cuando en alguna oportunidad, Carmen Thibaut, hija de mi tío Rubén, le solicitó a él que le prestara una camioneta. En principio no muy de acuerdo mi tío.

 

Luego accedió, pero que le acompañara yo. Cual seria la sorpresa que, próximo a un cruce de calle, Carmen que iba conduciendo me dice que acerque mi pie y frene el vehículo. Allí, en ese entonces, advertí que ella tenía muy poca práctica y que era riesgoso.

 

Creo que no salí en una ocasión más y no repetimos esta irresponsable maniobra.

   

Santiago, Septiembre 2012


2018 02 03

 

 

 

 G 

  

anecdotes de mon enfance

 

Eduardo THIBAUT SALDIAS

  

En ces années là, bien que la vie ait été relativement plus tranquille et que l'on ait davantage profité des produits naturels et de la nature elle-même, elle n'a pas été pour nous exempte de sacrifices ni de responsabilités.

 

Nous vivions sur la commune de Maipú - commune du Grand Santiago -, où commençait la campagne. De cela il ne reste que le souvenir, puisque maintenant cet endroit est totalement construit et peuplé. Je m'emplis d'oxygène pur au souvenir de cette nature où proliféraient les aires vertes couvertes de blé et de coquelicots, avec le manteau bleu du ciel et la pureté de l'atmosphère, ce qui aujourd'hui n'est plus la réalité, à cause de la pollution existante.

 

C'est là que nous nous retrouvions avec mes frères et mes amis en nos moments de liberté. Cet environnement nous a permis d'avoir une enfance  très affectueuse, comptant avec la tendresse et toutes les attentions de nos parents.

 

Je me souviens qu'un jour, au retour du collège, nous sommes, avec mon frère Luis et ma sœur Ana Maria, allés à la maison de mes voisins, qui avaient une piscine. Nous avons eu l'idée de faire de la marmelade pour faire une surprise à la maman de notre ami avec une bonne production maison, étant donné qu'il y avait des arbres avec des fruits. Et, effectivement, dans une marmite à pression, nous avons mis le nécessaire pour faire la marmelade. Nous l'avons mise au feu et nous nous sommes mis à jouer et à nous baigner. Le temps nous a dépassé, et, quand nous nous sommes souvenus qu'elle était sur le feu, nous y sommes allés, et quelle n'a pas été notre surprise de voir que la casserole avait éclaté et que la cuisine était méconnaissable avec tout le plafond sali et, d'une façon générale, les murs. Nous sommes partis, et quelle surprise pour la maman de notre ami. Cela ne nous a pas servi de leçon puisqu'au même endroit, et avec les mêmes amis, à une autre occasion, nous avons utilisé quelques boîtes de lait concentré sucré pour faire de la confiture de lait et qu'il nous est arrivé la même chose.

 

Là oui, on nous a interdit d'entrer à la cuisine, comme mesure de sécurité, afin d'éviter les accidents.

 

Je me souviens aussi, qu'un jour, je me suis disputé avec ma sœur, et n'ai pas trouvé de meilleure solution pour me venger d'elle, que de l'appeler alors que j'avais grimpé à un arbre. Alors qu'elle regardait en l'air, je lui ai lancé une chenille, qui, pour sa malchance, s'est accrochée à sa joue. Je suis encore étonné de la qualité de mon tir, qui, en définitive, lui a provoqué une inflammation du visage. Je me souviens que je suis resté longtemps dans la partie supérieure de l'arbre, de façon à apaiser la colère de ma mère, qui, en fin de compte, m'a de toutes façons puni quand je suis descendu. Je n'ai pas pu sortir avec mes amis pendant un mois.

 

Je me souviens comme si c'était aujourd'hui, et précisément au mois de septembre, quand mon père, Eugène, m'a appelé pour me demander de l'aide. Quelle a été la surprise quand il m'a signifié qu'il voulait confectionner un cerf-volant géant (appelé un dindon), avec la queue correspondante. Nous avons mis la main à la pâte et avons réuni tous les éléments nécessaires : papiers de couleur, colle, fil, couteau, ciseaux, bâtons de roseau sec, …etc.

 

Au bout de quelques heures nous avons eu comme résultat un beau cerf-volant que nous avons laissé sécher en lieu sûr l'espace d'une journée. A la première fin de semaine, après déjeuner, nous sommes allés dans un endroit spacieux, sans arbres, avec un bon vent, pour essayer de faire voler ce grand et voyant cerf-volant. Ce fut un après-midi de grande joie pour beaucoup de personnes. Cela nous a permis de nous distraire durant de nombreuses semaines.

 

Une autre de mes anecdotes a été que, comme jeune homme inquiet et jusqu'à un certain point irresponsable, à l'époque où les oiseaux font des nids dans les arbres ou au milieu des muriers, je montais, en principe, voir la quantité d'œufs qu'ils contenaient, puis les pigeonneaux nouveau-nés. Mon Dieu, qu'il était dur de grimper sur ces arbres appelés platanes orientaux, acacias, et autres. C'étaient des expériences vivantes et belles en compagnie de la nature.

 

Dans le même ordre d'idées je me souviens d'une occasion en laquelle nous sommes allés chez notre oncle Raúl. Il m'a chargé de lui trouver du terreau, en présence de mon cousin Sergio. Je lui ai promis de le faire, lui disant que, quand il viendrait voir mon père, celui-ci le lui donnerait.

 

C'est comme cela que quand il est venu, il m'a demandé où en était la chose. J'ai demandé à mon cousin Sergio qu'il m'accompagne en apportant des sacs. En marchant sous des arbres proches de la maison, nous nous sommes arrêtés face à des arbres touffus et avons découvert un tamis et j'ai dit à Sergio que nous devions passer la terre et remplir les sacs. Cette terre était bonne car elle contenait de l'engrais et en arrivant chez moi nous l'avons remise à l'oncle Raúl qui s'est montré satisfait et nous en a remercié.

 

Sergio, jusqu'à aujourd'hui, se souvient de cette anecdote.

 

Je me souviens aussi, que dans ces visites que faisait l'oncle Raúl à mon père, à l'occasion de l'une d'entre elles, il est venu avec mon autre cousine María Angélica et Sergio. Au moment où les adultes étaient à table pour déjeuner, mes cousins en étaient sortis avec mes frères pour jouer. En cette occasion un de nos cousins a lancé des pierres à l'extérieur, l'une d'entre elles atteignant le pare-brise d'une voiture, ce dont nous nous sommes rendu compte, car on a sonné à la porte et un Monsieur est apparu, réclamant pour les dégâts. Mais nous n'avons pas bougé, de telle façon que, après un tel enfantillage, ou mauvaise action, le plaignant s'est fatigué et est parti. Le déjeuner s'est arrêté là, car un moment après l'oncle Raúl a emmené mes deux cousins chez eux.

 

Une autre anecdote dont je me souviens, est que mon père connaissait l'administrateur et les propriétaires du "fundo" La Laguna de Maipú et il y avait là une étable qui attirait beaucoup l'attention, où il y avait des silos où était conservé le fourrage pour les vaches. Tout près de là se trouvait une laiterie, et c'est là que, à plus d'une occasion, les responsables ont invité mon père a déguster le lait récemment sorti des vaches. Une des choses que je remarquais est que ce dernier sortait chaud et qu'ensuite celui qui le buvait était comme reconstitué.

 

En d'autres occasions nous le dégustions avec malice, c'est à dire avec un peu de cognac. Tout cela aux alentours de 6 heures du matin. Là, chacun était en contact avec la nature et nous discutions avec tous ceux qui travaillaient à cet endroit, apprenant les processus par lesquels passait le lait avant de partir en bidons d'aluminium de 50 litres, transportés sur des charrettes tirées par de chevaux à la laiterie Las Delicias, située sur la Alameda - principale avenue de Santiago - près de la gare centrale.

 

A l'époque, il était là distribué au consommateur, en même temps que ses sous-produits. Belles et intéressantes expériences.

 

Un autre souvenir d'enfance a trouvé son origine dans la ville de Los Angeles, quand, à une certaine occasion, Carmen Thibaut, fille de mon oncle Rubén, lui a demandé de lui prêter une camionnette. Un peu réticent au départ, mon oncle.

 

Puis il a accepté, à condition que moi, je l'accompagne. Quelle n'a pas été ma surprise quand, près d'un croisement, Carmen, qui conduisait, me demande d'approcher mon pied et de freiner le véhicule. Là, à cette occasion, je me suis rendu compte qu'elle avait très peu de pratique, et que c'était dangereux.

 

Je crois que je ne suis pas ressorti en d'autres occasions et nous n'avons pas répété cette irresponsable manœuvre.