valenzuela (garcia)_ recuerdos de infancia


1949-….

… nosotros apenas teníamos pan para las onces y para el desayuno…

historia y sufrimientos de mi querida e inolvidable madre Pascuala García García.

por Gabriel Valenzuela García

  

Yo quiero describir todas sus confesiones, las que nos contaba a cada uno de nosotros que éramos sus 13 hijos; 10 hombres y 3 mujeres.

 

En primer lugar, nuestra madre fue hija natural como se decía en aquellos tiempos. Fueron 2 hermanas y un hermano que no fueron reconocidos por el padre; este abuelo, llamado Pedro Polanco, poseía una buena situación económica; era propietario de ganado.

 

Tanto nuestra madre como mis tíos, no tuvieron acceso a la educación. Debieron vivir de la miseria de salarios que les daban los dueños de tierras y ganado y ser empleados como simples obreros, siendo obligados a trabajar de sol a sol como se dice.

 

Cuando yo tenía 15 años, conocí a este poco recordado abuelo, pues pasaba hacia la cordillera con su ganado de "vacunos" para alimentarlo. Pasaba a nuestra casa a pedirle a mamá si podía prepararle una comida para los empleados que lo acompañaban para conducir el ganado.

 

Por supuesto que mi madre le hacía pagar la comida!

 

En una oportunidad mamá le preguntó si le quedaban cabras todavía

 

"Sí hija, me quedan unas 500!", pero jamás le dijo le voy a dejar una vaca o algunas cabritas!

 

Mi madre conoció al que fue nuestro padre. Si bien es cierto que nuestro padre poseía una situación correcta, como yo podría decir, nuestra madre siguió viviendo una vida muy humilde; ella no poseía recursos propios.

 

Vivimos siempre de la caridad de nuestro padre!

 

Me recuerdo que comíamos una vez a la semana un menú con carne; era el domingo: una gallina en la cazuela, que nuestra propia madre había criado!

 

Nosotros éramos 13 en la mesa, la gallina daba 13 presas con las patas y las alas…

 

Mis hermanos menores eran quienes servían el almuerzo.

 

En cuanto yo terminaba, le pedía a mi madre si podía darme un huesito - yo quería decir otro pedazo de carne - pero como las presas estaban justas para los 13, mamá me echaba un hueso de mis hermanos que habían terminado antes que yo.

 

Yo soy el octavo de la familia, me recuerdo que tenía 10 años, pero en esa época, no nos dábamos cuenta del gran sufrimiento de nuestra madre.

 

Siempre ella comía sola en la cocina…

Me recuerdo mucho de mi mamá, cuando estábamos almorzando o cenando. Si alguien gritaba a la puerta "aló, aló!" no teníamos que salir - como ella decía - con la boca caliente, y sin protegernos, ya que las creencias decían que podía darnos        una parálisis facial.

 

También en invierno, cuando comenzaban los truenos y los rayos, teníamos que entrar al interior y esconder todos los objetos metálicos que se encontraran alrededor de la casa, pues, según los dichos, éstos atraían los rayos y los relámpagos!

 

Me recuerdo que mi mamá tomaba mucho mate; un tiempo después, dejó éste y comenzó a tomar mucho té; de vez en cuando le decíamos:

 

"No se da cuenta mamá, todo el azúcar que consume".

 

Ella nos respondía:

 

"Debería darles vergüenza de sacarme en cara el consumo de azúcar; con todos los hijos que he criado, pueden pagarme el azúcar…

 

"Yo me recuerdo de mi mismo"

 

A veces, al momento de almorzar, mis hermanas servían.

 

A mí no me gustaba la comida que mi humilde madre había logrado preparar, y se lo decía a mis hermanas que le transmitían a mamá que no iba a comer. Mamá respondía desde la cocina: “Déjenlo no más, cuando tenga hambre vendrá solito a comer…"

 

Lo que eran las creencias…

 

Vivíamos en Quelén en una casa de adobes muy sólida.

 

Al frente había un gran sauce; de vez en cuando un pájaro, conocido en Chile con el nombre  de "TENCA", llegaba y se ponía a cantar; mi mamá nos decía: "Noticias nos van a llegar"; un día o dos días después llegaba una carta del correo, de uno de nuestros hermanos que trabajaba en Antofagasta; nos informaba que nos había enviado dinero y a veces también una encomienda.

 

Este hermano, llamado Rosimbel, jamás se olvidó de mi mamá y de sus hermanos menores…

 

Otro pequeño recuerdo, también de mi madre.

 

Cada tarde después de cenar, mi madre entraba un brasero al comedor con una tetera con agua caliente para tomarse su tecito.

 

El cuarto de mis hermanos llamado Juan Domingo, salía en el barrio de Quelén a conversar con sus amigos, de regreso a la casa mamá estaba con su brasero y la tetera.

 

Juan le pedía:

 

- ¿Mamá, puedo tomarme un tecito?

 

 

- Si tú quieres, tomas té solo

 

 - Pero mamá, déme un trocito de pan!

 

- No, porque ¿qué vas a comer mañana para el desayuno?

 

- Mañana me avanza el pan del medio día!

 

Nosotros apenas teníamos pan para las onces y para el desayuno!

 

En verano:

 

Nosotros poseíamos algunos árboles frutales. Siempre nos quedaban huesillos del año precedente.

 

Para pasar el calor mamá nos cocía una gran cantidad en una enorme cacerola, pero no tenían azúcar. Nosotros le decíamos a mamá:

 

- Tenemos mucha sed

 

- Abajo de la mesa en la cocina hay huesillos cocidos…

 

- Pero no tienen azúcar!

 

- Si tienen sed, así no más se los comen!

 

Así es cuando uno es pobre!

 

Después del desastre que nos sucedió a la mayoría de nosotros los chilenos y que esperamos nunca más se vuelva a  reproducir, una vez en Europa, junto con la que fue mi esposa Jeanine, madre de nuestros 2 hijos, le financiamos a mi madre un viaje desde Chile a Francia; 3 meses; le dimos el placer de conocer la capital francesa "PARIS".

 

"Una verdadera historia" de mi vida en el sector de Quelén.

 

Tuvimos un burro de color marrón; fue muy conocido pues tenía, lo que, para mí, era un canto…

 

Vivía libremente en el campo; como era un burro entero, en cuanto veía alguna burra la seguía hasta obtener lo que el quería.

 

Lo que para la familia era lo más importante era su canto pues se escuchaba por lo menos a 2 kilómetros.

 

Cuando teníamos necesidad para trabajar, a cualquiera que le preguntáramos si habían visto a nuestro burro, llamado Pollino, inmediatamente nos informaban; fuera que lo habían escuchado cantar o bien lo habían visto junto a otros animales.

 

Así, podíamos ir directamente a buscarlo. Cuando un hermano mayor iba a buscar leña para que nuestra madre cocinara…

 

Cuando venía con el burro cargado con leña, éste se ponía a cantar a 1 kilómetro de nuestra casa. Mamá sabía que había que calentar el almuerzo pues mi hermano llegaría con mucha hambre; se había ido a las 8h de la mañana y estaba de regreso a las 14h con el famoso burro cargado con leña!


2022 10 05